Texto de José Manuel Serrano Esparza, de Aviación Digital
Es un hecho incuestionable que la IA (Inteligencia Artificial) ha venido para quedarse y cada vez tendrá más importancia en el mundo de la aviación, gracias entre otras cosas, a su gran capacidad computacional para analizar gran cantidad de datos y generar modelos matemáticos que solucionan problemas concretos, lo cual es de gran utilidad, porque ahorra hacer largos cálculos.
Y la mejor herramienta para conseguir ese objetivo es la Inteligencia Artificial, siempre y cuando se mantengan dos pilotos en cabina en los vuelos de reactores con pasajeros.
Es decir, la IA tendrá cada vez un mayor peso específico en la aeronáutica como tecnología esencial para mejorar el rendimiento, seguridad y eficacia en las aeronaves y la industria de la aviación en general, porque durante los próximos veinte años el transporte aéreo cambiará notablemente, catalizado por una nueva y masiva eclosión del tráfico aéreo, hasta el punto de que se prevé que habrá el doble de aviones que en estos momentos y un 300% más de pasajeros, por lo que la Inteligencia Artificial se perfila como la tecnología ideal para acomodar el tráfico sostenible y el crecimiento en el número de viajeros.
Es por ello que las compañías aéreas van a necesitar cada vez más aviones y más pilotos muy cualificados, porque la sofisticación tecnológica avanza de modo vertiginoso.
Ni que decir tiene que el uso de Inteligencia Artificial en cabina va a ser un factor muy importante de la nueva aviación, en la que los espacios aéreos estarán mucho más repletos de aeronaves, por lo que las cabinas tendrán que ser verdaderos centros neurálgicos de inteligencia y muy amplia conectividad, que permitan la más eficaz posible interacción entre la labor de los dos pilotos, los sistemas automatizados y el control del tráfico aéreo.
Evidentemente, la Inteligencia Artificial no es infalible al 100%, como tampoco lo es el ser humano, de modo que para pasar del algoritmo al valor añadido y conseguir la mayor consistencia posible de resultados y minimizar errores, se precisaría la intervención de seres humanos en simbiosis con dicha IA.
Es decir, la Inteligencia Artificial posee un enorme potencial para ser utilizada en ámbitos donde puede reducir enormemente la carga de trabajo humana o incrementar las capacidades humanas en contextos complejos, hará posible un mejor uso de los datos de aviación, hará aumentar la productividad.
Pero dejar al 100% el control de un avión a reacción con cientos de pasajeros en manos de la Inteligencia Artificial o de la Inteligencia Artificial y sólo un piloto sería algo enormemente temerario y que comprometería gravemente la seguridad de las personas a bordo del avión.
En palabras del propio Rudy Pont, comandante de vuelo y presidente del Comité de Seguridad Aérea de la Asociación Belga de Pilotos de Cabina de Aeronaves y miembro del Grupo de Trabajo de Datos de Vuelo de la Asociación Europea de Pilotos de Cabina de Aeronaves, la hipótesis de sustituir totalmente a los pilotos por la Inteligencia Artificial es algo que implicaría enormes peligros, porque un sistema totalmente autónomo de tal naturaleza no puede controlar todos los factores externos y las circunstancias imprevistas inherentes a entornos de incertidumbre.
Esto no significa en absoluto que los pilotos estén en contra de la Inteligencia Artificial, puesto que son plenamente conscientes de que será totalmente necesario en el sector aeronáutico, que les facilitará enormemente su trabajo y que será decisiva para consolidar la cada vez más fuerte expansión de la aviación.
Pero las prisas son en general malas consejeras, especialmente en el mundo de la aviación, ya que la seguridad de los pasajeros debe ser siempre lo más importante de todo, por lo que cualquier intento de introducir a marchas forzadas una tecnología como la IA, todavía en fase de desarrollo, con el objetivo de priorizar los beneficios económicos sobre la seguridad, no es aceptado. El camino ya está tomado y en él deberán unirse tecnología y experiencia.