Cada vez es más común buscar la famosa “desconexión digital”
En los últimos años, ha crecido la tendencia de que cada vez menos personas quieran usar redes sociales, y esto se debe a diversos factores que afectan tanto a la salud mental como a la calidad de vida de los usuarios. Uno de los principales motivos es el agotamiento digital. La constante exposición a contenido, noticias y publicaciones crea una sobrecarga informativa que puede resultar abrumadora. Esta saturación no solo genera estrés, sino que también produce una sensación de ansiedad y dependencia, ya que muchas personas sienten la necesidad de estar siempre conectadas y actualizadas.
Otro factor importante es la preocupación por la privacidad y la seguridad en línea. Las redes sociales han sido objeto de numerosos escándalos relacionados con el mal manejo de datos personales y el uso indebido de la información de los usuarios. Esto ha generado desconfianza, llevando a muchos a reconsiderar su presencia en plataformas que consideran peligrosas para su intimidad.
Además, las redes sociales han creado una cultura de comparación constante, que afecta negativamente la autoestima de las personas. Al ver imágenes de vidas aparentemente perfectas, los usuarios pueden sentirse insatisfechos o inferiores, lo que contribuye a problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad. La presión por mantener una imagen idealizada en línea también puede resultar agotadora.
Muchas personas se están alejando de las redes sociales para centrarse en relaciones interpersonales más auténticas y reales. La interacción digital, aunque conveniente, no sustituye la conexión humana cara a cara, y cada vez más se valora la calidad de las relaciones fuera del ámbito virtual. Este cambio refleja un deseo de desconectar para reconectar con lo que realmente importa en la vida cotidiana.
Bajo esta línea, de acuerdo con una análisis de Statista, Brasil lidera la lista de países latinoamericanos que planean reducir su tiempo en redes sociales. Sigue Colombia (33%) y Perú (31%).
Mientras que México, Chile y Argentina presentan porcentajes menores, con un 29%, 27% y 25%, respectivamente. Aunque estas cifras varían entre países, el patrón general muestra una percepción compartida sobre la necesidad de regular el tiempo en línea.